miércoles, 1 de junio de 2011

El Esla: Gradefes


En esta ocasión el tramo a pescar elegido es el Esla, entre los cotos de Gradefes y Quintana de Rueda. Tan solo nombrar estos cotos evoca pescatas impensables en estos  tiempos en los que ni el Padre Esla ha podido esquivar el declive que asola toda nuestra geografía. Pero no es tiempo de añorar tiempos mejores, es la hora de presentarle a mis compañeros, acostumbrados a pescar entre la espesura, lo que representa este río.



Pronto se dan cuenta de que juegan fuera de casa al ver el tablón del puente de Gradefes, que con sus 50 m de anchura y sus 400 de longitud de aguas profundas y mansas resulta abrumador para quién suele pescar en la tierra de los osos. Decido hacérselo más sencillo y les guío por los ganchos de Gradefes, donde el río se divide en dos o tres cauces, haciéndose más civilizado y asequible.

Estamos a finales de temporada, por lo que empezamos la pesca ellos dos a seca con imitaciones de Pitillo y una emergente Jarupiana, que sería la que se llevara el gato al agua. Una espesa junquera da paso a unas raseras muy buenas, en el cauce central, lugar donde mano a mano empiezan a subir, uno por la orilla y el otro un poco metido en el cauce, pues en este río progresar por las dos orillas es imposible. Yo les sigo dejándoles descubrir el carácter del agua, dejándoles hacer, casi enfadándome con Mario que está empeñado en pescar la otra orilla con el peligro que eso conlleva.



La emergente Jarupiana hace su trabajo y pronto Mario tiene la oportunidad de vérselas con uno de estos auténticos misiles, y es que estas truchas acostumbradas a sobrevivir todo el año a desembalses brutales en cantidad y en temperatura del agua, a estas alturas se parecen mucho más a un reo del norte de Europa que a las truchas de la tierra.



Al final de la tabla hay un hueco en el que se hace remolino, uno de esos lugares profundos resguardados del chorro principal que la mayoría de pescadores pasan de largo porque es un lance muy incómodo, y además es sólo uno. Pero este es uno de los escondites de las truchas grandes. Antonio de adelanta, no hace falta que le diga nada, siente el río y sabe que es lance merece la pena.


Metido en el agua hasta más de la cintura ajusta los lances, alargándolos poco a poco, buscando la picada. ¡¡Y llega!! la arrancada le sorprende, primero arriba, luego abajo aprovechando la corriente...¡¡¡es buena!!!


Y empieza la persecución detrás de la trucha...el pobre de Antonio pasándolas canutas y Mario partiéndose, bueno Mario como siempre a decir verdad, hasta que unos metros más abajo consigue encestar una trucha que apenas llega a los 30 cm. Se rie, la mira algo desconcertado porque parecía mayor. La bravura de las truchas del Esla es por necesidad, el caudal es grande y el agua baja con mucha fuerza en muchas zonas.



Mario nos abandona a media tarde, al llegar a la tabla de Gradefes dónde Antonio y yo alargamos la jornada hasta el final, esperando el ansiado sereno que al final se queda en poco, pero es que tan sólo la sensación de pescar en esa tabla donde yo nací como pescador me traslada en el tiempo y me hace sentir en paz.
Para quien haya conocido el coto de Gradefes en los tiempos que le hicieron leyenda, lo de hoy es un triste recuerdo; para mi tan solo saber que alguna de las enormes truchas que le hicieron grande aún nadan en sus aguas, es más que suficiente...

Nos vemos en el rio.

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